martes, 11 de junio de 2013

PINTANDO CON ALAS DE ÁNGEL

Angelito by Tololi (Ana Dols).


Como siempre que escribo un post sobre algún miembro de mi familia, es coger la pluma y evocar inmediatamente mi niñez. Esta vez me veo compartiendo juegos con mi hermana Ana… y como tantas otras veces me embarga una gran sensación de alegría, felicidad y añoranza.




Ana, mi hermana del alma, mi ángel en la tierra, mi ejemplo de superación, mi empuje en los momentos bajos, mi inspiración cargada de sensibilidad, la alegría de la casa, el arte hecho persona, la inteligencia en estado puro, la intuición más perspicaz, una soñadora infatigable… ¡La persona más especial que conozco!

Me pongo a escribir sobre ella y la inseguridad me invade… Y es que no sé si seré capaz de unir las palabras que sean capaces de describir la grandeza que la envuelve. Lo voy a intentar…




Nació un 6 de noviembre de 1977 como primogénita de los “Dols-Samper”. Su llegada no fue fácil… Un problema en el parto provocó que el oxígeno no llegara bien a su preciosa cabecita de muñeca y por ello la zona del cerebro que controla el aparato motor, quedó dañada. Pero todos aquellos sinsabores que causaron la incertidumbre en los meses posteriores a su nacimiento, no hicieron otra cosa que unir fuertemente a mis inexpertos padres y hacer de Ana la persona más maravillosa que existe en el mundo.





Os cuento que ante tanta intensidad emocional provocada por los recuerdos, he tenido que hacer un inciso para reconfortar mi alma repasando nostálgica los álbumes familiares… Y bueno, os diré que he sido incapaz de encontrar una foto donde ella no salga sonriendo. Y es esa sonrisa que aparece en su aniñada cara hace más de 30 años ya, la misma que sigue manteniendo hoy en día contagiándonosla a todos los que la rodeamos. ¡Porque si! ANA ES FELICIDAD.




Sigo recordando aquellos años infantiles y me sorprende con más intensidad que entonces su entereza. No me acuerdo de una sola vez en la que mi hermana se cayera al suelo jugando y llorara. Siempre se levantaba con una amplia sonrisa aunque el resultado de dicha caída fueran unos puntos de sutura en su perfecta barbilla… Os aseguro que no exagero. Ella es así. Es ejemplo de FORTALEZA, VALOR y SUPERACIÓN desde el mismo día en que mi madre la trajo al mundo.




Dejadme que os diga que de entre los cuatro hermanos que somos Ana es la que más ARTE tiene con diferencia. Es flamenca, coplera, rumbera; se sabe todas las letras del cancionero español y baila por el palo que le eches ¡CASI NADA!

Hay una anécdota que me gustaría compartir con vosotros ya que en casa la recordamos a menudo con un cariño especial. Viene nada más y nada menos que de la boda de Gema, la hija del Maestro Camarón. A ver, os cuento. A esa boda estaba invitada la familia al completo e imaginaros cómo nos tuvimos que sentir mis hermanos y yo cuando nos vimos rodeados de todos los artistas que admirábamos… Allí estaban Manzanita, Chiquetete, Rancapino, Lole y Manuel, Aurora Vargas, Pansequito y todo el arte junto que podáis concebir. Pues bien, hubo un momento en el que se hizo un gran corro mientras cantaban por bulerías. Entonces Ana, ni corta ni perezosa, se arrancó a bailar en el centro del mismo… La emoción se adivinaba en los ojos flamencos de los allí presentes y la ovación final fue más que maestrante. Tras la “patá por bulerías” de mi hermana, se le acercaron a mi padre los que os acabo de nombrar y le dijeron llenos de asombro y admiración Maestro, ¡su hija baila mejor que anda! Pues bien, lo mismo que ocurrió en la boda de la hija del Maestro Camarón es lo que pasa cada vez que mi hermana decide mostrar todo lo que lleva dentro y regalárnoslo.




Cambio de tercio. Hace ahora aproximadamente seis años, mi adorada hermana decidió sorprendernos con una faceta suya desconocida para todos (y pienso que hasta el momento desconocida por ella también). No sé lo que le inspiró a animarse a pintar, pero ¡bendita inspiración! Recuerdo como si fuera ayer la vez en que vino a enseñarnos a mi madre y a mí la primera flamenca que pintó… Al enseñárnoslo nos contó que había querido copiar una foto suya vestida de flamenca en el Rocío al que fue invitada por su amiga Isabel Pantoja. ¡Qué bien le salió! Obviamente a las dos se nos saltaron las lágrimas. Y es que sus pinturas son un reflejo de su alma. Ella cuenta ahora emocionada como cuando era niña en el colegio no era capaz de rellenar sin salirse de las líneas delimitadoras los dibujos en clase de plástica… Y se asombra de lo que ahora es capaz de hacer. Pero es que cuando el talento es empujado por la perseverancia y el trabajo diario no puede haber otro resultado que el que muestran sus obras. Y si además están impregnadas de un buen brochazo de sensibilidad y otro de ese arte innato en ella, cuando te paras a admirarlas, un flechazo de pasión te llega hasta el corazón y lo estremece.








Pues bien, todo este trabajo cargado de sentimientos será mostrado para todos los que quieran verlo en una exposición que se realiza como homenaje al décimo aniversario de alternativa de mi hermano Josemari en el Museo Taurino de La Plaza de Toros de Alicante. No es la primera vez que expone, ya lo ha hecho en distintas ocasiones y… no es por presumir de hermana, pero el éxito en sus exposiciones siempre ha sido abrumador. Le han comprado cuadros desde el Litri, pasando por Ana Rosa Quintana, y llegando hasta La Duquesa de Alba. Yo no puedo hacer otra cosa que sentirme tremendamente ORGULLOSA de ella.


 
Ruedo by Tololi (Ana Dols).

 Flamenca by Tololi (Ana Dols).

 Toreros by Tololi (Ana Dols).

 Camisa de torear by Tololi (Ana Dols).

 Bata de cola by Tololi (Ana Dols).

Paseíllo by Tololi (Ana Dols).


La inauguración de la exposición tendrá lugar el próximo sábado 22 de junio por la mañana (coincidiendo en el día con la corrida que torearán mis dos hermanos junto a Enrique Ponce) y desde aquí quisiera invitaros a todos los que queráis disfrutar de sus dibujos a acompañarnos en ese día tan especial. ¡ANA SE LO MERECE TODO!




Bueno, ya me despido y lo hago con el alma cargada de admiración y amor… dos sentimientos sin medida que provoca en mí Ana, mi hermana… y lo hago soñando con ver expuestos sus cuadros pintados… con alas de ángel.

Yeyes.

P.D. Dentro de no mucho haré un sorteo desde mi blog. Y... ¡SOPRESA! el premio será un cuadro de mi hermana Ana. Ya os iré informando.

martes, 4 de junio de 2013

ENTRE EL MIEDO Y ALGODONES

La exposición cuenta con más de 150 fotos familiares y una selección de
objetos históricos de todos los matadores elegidos por sus hijos.
Estará abierta al público hasta el 16 de junio en el salón Bienvenida
 de la plaza de toros de Las Ventas.


Pienso en cuando mis hermanos y yo éramos pequeños y una oleada de sentimientos revueltos viene a acompañarme: felicidad, miedo, amor, respeto, admiración… Miro hacia atrás y la añoranza se hace dueña de mí. Veo ahora a mi padre entrenando en la pista de tenis de casa con todos nosotros revoloteándole alrededor y peleándonos por ver a quién le tocaba embestir mientras toreaba de salón; mi madre desde un banco cercano nos miraba discreta y radiante de felicidad.


Mi padre embistiéndonos a mi hermana Ana y a mí,
en la terraza de casa, bajo la mirada cariñosa de mi madre.


Recuerdo como si me doliera hoy la rabia y la tristeza que nos atrapaba a los cuatro cuando intuíamos que papá se iba a torear… Se las tenía que ingeniar muy bien para poder evitar el numerito que le formábamos cada vez que le pillábamos bajando por las escaleras maletín en mano. Aunque conspiraba con mamá a nuestras espaldas para evitarnos el mal trago y ahorrárselo a él mismo también, la intuición de los hijos de los toreros es tremenda casi desde el día de su nacimiento… Cuando en alguna ocasión conseguía salir mientras nos entretenían en el lado opuesto de la casa, la historia no cambiaba mucho. Una estela de su perfume inconfundible quedaba suspendida sobre las escaleras… Seguíamos oliendo su presencia pero ya no estaba… y un miedo que no éramos capaces de racionalizar nos aturdía. 


Mi padre con Josemari en los corrales.


Mi padre con Josemari entrenando de salón.

 Josemari con mi padre el día de nuestra comunión
el que sería su primera Porta Gayola


Otras veces veíamos la otra cara de la moneda. Después de días, semanas, incluso meses sin verlo, aparecía sigiloso de madrugada y nos despertaba a todos fuera la hora que fuera. Los gritos de alegría se debían oír en todo el vecindario. Entonces bajábamos al salón, nos empujábamos unos a otros para sentarnos cerca de él y la fiesta estaba montada en un abrir y cerrar de ojos. Ponía música, Josemari y Manolito toreaban de salón y mientras tanto Ana y yo, bailábamos y cantábamos ese flamenco tan suyo que ha compuesto la banda sonora de nuestras vidas. A veces, rompía la fiesta la voz de la conciencia de mi madre, que como responsable en el día a día de nuestra educación docente, le reprochaba con cariño a mi padre que ya era tarde y que al día siguiente teníamos que levantarnos temprano para ir al colegio. Mi padre entonces sonriente rebatía con cariño: “Yeyes, hace tiempo que no veo a los niños, son las cuatro de la mañana, necesito estar con ellos hoy para celebrar mi triunfo, pero otro día puede que los necesite para que me apoyen en mi fracaso… ¡Qué no vayan al colegio! “Premio Nobel” no van a ser y si lo tienen que ser lo serán de igual manera”. Entonces mi madre comprensiva cuidaba de que todo estuviera en orden… ¡Terminábamos todos dormidos encima de él!


Mi padre con Manolito en el salón de casa.

Manolito toreando en la terraza de casa.

Mi padre con Manolito y conmigo en la finca de Felipe Lafita.


Y así, poco a poco y de manera inconsciente, fuimos empapándonos de todos los valores, liturgias y temores que rodean a un torero… Hacíamos de sus silencios los nuestros, sus descansos eran sagrados, las horas de entrenamiento de una disciplina de élite. Si sumamos todos estos factores sólo puede salir como resultado una TREMENDA ADMIRACIÓN alimentada a diario. Asimilamos conceptos impensables hoy por hoy en un niño, por ejemplo, de 7 años y maduramos muy pronto sin abandonar nuestra cuidada infancia. Puede parecer una incongruencia, pero así fue.


Mi padre conmigo en mi primer verano.

Yo, con el forro de la muleta, intentando torear
la primera vez que tentamos en casa.

Mi padre toreando conmigo en brazos 
en el bautizo de mi hermano Josemari.


Personalmente creo que es tremendamente difícil ser hijo de torero, pero más difícil es ser padre y torero. Lo imagino ahora con mis 32 años cumplidos (con lo que este hecho supone a la hora de sopesar las cosas) y se me parte el alma cada vez que viene a mí el recuerdo de la despedida… El adiós a su mujer y a sus hijos, sabiendo que iba a jugársela para que a ninguno nos faltase de nada y barajando la impía posibilidad de resultar herido o incluso perder la vida. Por eso nuestro padre es  nuestro HÉROE y nuestra madre su HEROÍNA pues consiguió con gran maestría hacer de todo aquello algo natural.


Brindis de mi padre a mis hermanos.


Así que cuando Sonia González, hija del Maestro Dámaso González, me propuso participar en una exposición que tenía como fin homenajear a nuestros padres toreros, no me lo pensé dos veces. ¿Qué mejor homenaje puede tener un padre que el reconocimiento a toda una carrera y el orgullo por parte de sus hijos? No se merecían ni merecen menos. Así que fuimos hilvanando lo que iba a ser y representar la exposición. Elegí junto a mis hermanos y mi madre las fotos familiares que más nos gustaron y las reunimos con dos objetos taurinos que de alguna manera habían marcado su carrera: la coleta que le cortó mi hermano Josemari el 6 de mayo de 2006 en Sevilla y un capote de paseo con La Virgen de Guadalupe bordada en la espalda.


Capote de paseo de la Virgen de Guadalupe.

Josemari cortándole la coleta a mi padre
el 1 de mayo de 2006.


Y llegó el día. El pasado 28 de mayo, apoyada por “El Consejo de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid” representado in situ por su presidente Salvador Victoria, Sonia González hizo de comisaria de la exposición como muy pocos  podrían haberlo hecho. Suyo es el mérito de haber reunido a 13 dinastías toreras: Antonio Bienvenida, Miguel Báez “Litri”, Victoriano Valencia, “El Viti”, Andrés Hernando, Francisco Rivera “Paquirri”, Dámaso González, José María Manzanares, Curro Vázquez, Antonio José Galán, “El Niño de la Capea”, Luis Francisco Esplá y “El Fundi”. ¡AHÍ ES NADA!


Sonia González presentando la Exposición "Entre el Miedo y Algodones".
 FOTO: Javier Arroyo.


Logró también que todos “los hijos del cuerpo” (como nos suelen llamar) les rindiéramos pleitesía a nuestro idolatrados padres. Y es que los hijos de los toreros hablamos un lenguaje que sólo nosotros entendemos, donde a veces las palabras dejan paso a las miradas o a los gestos cuyo significado queda encriptado para quienes no hayan pasado por nuestras mismas vivencias cargadas, como ya he comentado antes, de miedos y respeto.


Con mi amiga  Elena González hija del Maestro Dámaso.
FOTO: Javier Arroyo.


Durante el acto de presentación, miraras al Maestro que miraras, encontrabas en sus rostros la satisfacción; y no porque se les estuviera reconociendo el mérito de sus intachables carreras, sino porque se sentían orgullosos hasta el infinito de sus hijos. ¡Eso para mí no tiene precio! Toda una vida entregada al toro y a sus sabores agridulces, con la resignación que eso conlleva, con la ambición escrita en la frente, con la renuncia, el sacrificio y la educación de unos hijos que echaban de menos en silencio a sus padres. ¡Qué bien lo hicisteis!


FOTO: Javier Arroyo.


Volviendo al acto en sí, he de destacar que Sonia tuvo palabras bellas para todos los matadores y familiares que estábamos allí. Transcribo alguna de ellas porque de verdad que no tienen desperdicio: “Todo lo que hay en esta sala demuestra que los toreros no sólo han sido y son Grandes Figuras en las plazas donde han sido ejemplo de honestidad, entrega y sacrificio; sino que se lo han transmitido a sus hijos. Hemos pasado mucho miedo cada tarde que salían a torear, pero estamos también muy orgullosos. Esta exposición es un homenaje a ellos y a las madres, mujeres y familia de los toreros. ¡Va por ellos!”. Yo creo que mejor no se puede resumir en una frase tantos años de torería, sabiduría, generosidad, fortaleza y superación.


FOTO: Javier Arroyo.



No puedo dejar de contaros el momento más emotivo del día y en el que puedo asegurar que a todos los presentes se nos empañaron los ojos. Fue cuando los hijos del Maestro Fundi le leyeron a su padre desde el escenario sendas cartas que le habían escrito. Más tarde, comentándolo con mis amigos (todos hijos de matadores de toros) coincidimos en lo que habíamos sentido: todos nos vimos reflejados en ellos cuando teníamos sus edades… Cada vez que lo recuerdo, se me saltan las lágrimas. Y es que la sensibilidad también es asignatura obligatoria en la educación del hijo de un torero.

Una vez hubo concluido el acto de presentación nos fuimos juntos a pisar el ruedo de Las Ventas para hacernos la foto del recuerdo. No me equivoco si digo que nos recorrió a los que allí estábamos, sin excepción, un escalofrío al sentir de golpe y porrazo esa descarga de energía que cruzó nuestro cuerpo desde los pies a la cabeza sobrecargada de miedos, dudas y superación. Con nuestro particular lenguaje, ese que os he comentado antes, nos lo confirmamos intercambiando miradas.


Con mis amigas todas hijas de toreros.
De izq a dcha: Yeyes, María Herrera, Elena González,
Lucía Esplá, Paulina, Vero Capea y Paloma Cuevas.

Las dinastías pisando el ruedo de Las Ventas.


Hecha ya la foto de grupo, regresamos a los pasillos de la Primera Plaza del Mundo y entre vinos, jamón y queso manchego, fuimos cambiando impresiones alabando unánimemente el maravilloso trabajo que había realizado mi amiga Sonia.

Y como si un lote de becerros hermanados se tratase, los hijos de los que habían sido homenajeados nos juntamos en manada para disfrutar de lo que quedaba del día. Comimos y fuimos a los toros juntos, tras la corrida a cenar, después de la cena la sobremesa y más tarde… la celebración nocturna. Si es que nos juntamos y no  hay cuerda suficiente que sujete a los hijos de los grandes… Gracias a nuestros padres compartimos amistad, entendimiento y valores idénticos desde que éramos niños.


En el palco de las Ventas con; Tutu Vázquez, Marta González,
María Herrera y Elena González. 
 
En el set de Canal Plus con David Casas los Maestros Dámaso y Capea 
acompañados por Paty Dominguín, Dámaso hijo, Sonía González y yo.
FOTO: Javier Arroyo.


Y así terminó una jornada torera y familiar donde nuestros corazones se sintieron plenos, contentos, comprendidos y orgullosos.

Desde aquí le quiero hacer llegar a mi padre lo sumamente ORGULLOSA que me siento de él, quiero hacerle saber también que LE QUIERO CON UNA LOCURA SIN MEDIDAS y que para mí es GRANDE donde los haya.




Me despido con una frase que él nos ha repetido hasta la saciedad: “Tenéis que ser “el mejor” en lo que decidáis dedicaros; y si no el mejor… vuestro deber es estar en el grupo de cabeza”.


 MY LOOK:
Sandalias: Sergio Rossii
Gabardina: Zara
Chaqueta: Hugo Boss
Vestido: KV34
Gafas de sol: H&M
Pulseras: KV34
Reloj: Cartier
Cinturón: Blanco



Yeyes.


P.D. Quiero agradecerle a Javier Arroyo el haberme prestado alguna de las fotos que acompañan este post sin condición ninguna (www.javierarroyo.com / @javier_arroyo / info@javierarroyo.es / Facebook: Javier Arroyo - Atelier fotográfico). Gracias Javi. También quiero darle las gracias a mi otra familia torera, “Los Dámaso”, por querernos a mis hermanos y a mí como a unos hijos más. Y por supuesto también a todos los Grandes Maestros homenajeados y a sus familias de entre las que cuentos con muchos y buenos amigos. ¡Este post va por todos vosotros!

lunes, 3 de junio de 2013

¡NO ME TOQUES NI UN PELO!



Iván Molina "ESTILISTAS"
Navas, 10,
03001, Alicante
965142242


Después de una semana de no parar ¡AQUÍ ESTAMOS DE NUEVO! No sé vosotros, pero yo os he echado mucho de menos. Bueno... todo sea para poder contaros las historietas que he vivido estos siete días atrás. Ahora que... voy a tener que hacerlo por entregas porque como me ponga hoy a relatarlo todo, no va a haber espacio suficiente en Internet donde quepa tanta aventura. ¡Madre mía! Si es que con tanto trajín parecía más que una persona un caracol con la casa a cuestas (literalmente)…

En fin, voy a ver si me centro que después de tanto ir y venir tengo más cara de “Willy Fog” que de Yeyes Dols y su Blog.

Os diré que de entre todas las cosas que me han acontecido últimamente he de resaltar sí o sí las bodas ¡Cuatro en mes y medio! Y es que en primavera parece que se despierta un inquieto cupido que intercambia alianzas por doquier más feliz que una perdiz.

Os confieso que ¡ME ENCANTAN LAS BODAS! Eso sí, más las que son de amigos de toda la vida que las que se presentan como un compromiso. Cuando se trata de las primeras, ya una semana antes, estamos mis amigas y yo dándole caña al whatsapp comentando qué nos vamos a poner, cómo nos vamos a maquillar y cuál será el peinado que lucirán nuestras inquietas cabecitas. Y en este último punto es donde se encuentra el quid de la cuestión… ¡A mí no me toca un pelo más que mi peluquero de confianza en su salón Sagoa! Malas experiencias ya he tenido unas cuantas...




Él se llama Iván y lleva mimando mi melena desde hace dos años y medio aproximadamente. Debutó conmigo en la boda más importante a la que he asistido hasta el momento: la de mi hermano Josemari y Rocío el 6 de noviembre de 2010. Y es que, si como os he contado anteriormente, necesito una semana para preparar y completar mi estilismo para un enlace "normal"… para LA BODA, me hizo falta un mes largo por no decir dos. Parecía que me iba a casar yo ¡Qué nervios! Resulta encima que no tenía peluquero de confianza para tan especial ocasión. Yo soy más de llevar el pelo suelto o de hacerme una cola de caballo en plan “yo me lo guiso, yo me lo como”… pero como que no iba a presentarme en ese plan ¿verdad? Así que fui preguntando entre mis conocidos por si alguno de ellos sabía un sitio de fiar donde me pudiesen peinar. Finalmente fue mi amigo Roberto (dueño de la Boutique “No te nom” y en la que elegí mi vestido) quien me lo recomendó. Le hice caso y allí aparecimos mi madre, mi hermana y  yo intranquilas por si lo que veíamos no era de nuestro agrado.

Pero resulta que fue ¡AMOR A PRIMERA VISTA!

Para poneros en situación os diré que no es la típica peluquería donde entras y te empieza a doler la cabeza por el panorama que te encuentras. Al contrario, es un espacio abierto, claro y luminoso que te da la bienvenida cargado de confianza y tranquilidad. Y luego está mi querido Iván: el alma de Sagoa. No tardó ni diez minutos en cogernos el aire a las tres. A mí me hizo una trenza de prueba en menos de lo que canta un gallo y cuando por fin vi la obra terminada, regresé a casa feliz y con la satisfacción de haber encontrado lo que buscaba. Ya podía dormir algo más tranquila… Una cosa menos en la que pensar.








A partir de ese momento y hasta hoy no existen otras manos que toquen mi cabeza. Ante cualquier evento llego a su salón y le digo por ejemplo:

            -Iván, el sábado tengo la boda de un muy buen amigo… Me voy a poner un vestido   
             largo, dorado, en plan griego y no sé qué hacer con mi peloooo...

Mi amigo (porque después de todo este tiempo nos hemos hecho muy buenos amigos) me mira, pone cara de concentración y empieza a cavilar tocándome el pelo… Entonces yo le digo:

            -¡Haz lo que te de la gana!

Y siempre, siempre, siempre acierta tanto en el color, como en el corte, lográndolo también en los peinados más elaborados y sofisticados. Así que como creo que de tonta no tengo un pelo, sólo permito que él me lo toque.

Os quiero enseñar a continuación unas fotos que hicimos la última vez que me peinó para la boda de mi amigo Manuel Quesada y Priscila entre risas y más risas. Ya veréis lo  “artistazo” que es… 






 Con Iván y su equipo: Cristina y Gabi.

Os cuento que así, de esta guisa, tal y como me veis, con la cabeza llena de pinzas, me fui a comer con mi madre y mi hermana al Corte Inglés... Creo que no hace falta que os explique la expresión de asombro de más de alguna y alguno que me vieron andar por allí como si tal cosa... No nos paramos de reír y el camarero me dijo que igual hasta lo ponía de moda (seguro que lo hizo para que me sintiera mejor) ¡Si es que lo que no me pase a mí!

Después del numerito de la comida, llegué a casa y proseguí con los preparativos. Me maquillé, me puse el largo vestido, me calcé mis taconazos y me dirigí hacia la Concatedral de Alicante donde tenía lugar el enlace. A todo el mundo le gustó mi peinado (o eso fue lo que me dijeron) y yo me sentí segura a más no poder con mis ondas a lo español y olé.






¡Nos lo pasamos mejor que bien en la boda! Ahora... de lo que no estoy muy segura es de que mi amigo Iván estuviera contento por la manera en la que acabó el pelo de mi hermana Ana y el mío después de tanto trabajo... Iván, ya lo siento... No lo pudimos resistir... Acabamos con una de las tantas pelucas que repartieron para caracterizar la fiesta Pop que disfrutamos como locas tras a la cena...




Y... bueno amigos, llegó la hora de la despedida... Ohhhhh... Después de este tiempo sin escribir me cuesta decir un hasta luego... Pero es que tengo que seguir preparando los post siguientes ya que hay mucho, mucho que contar. Hoy me gustaría deciros adiós con una frase que viene que ni al pelo... "Hasta el pelo más delgado hace sombra en el suelo" ¡Ea! A darle al coco.

Yeyes.

P.D. Gracias a mi querido Iván y a su equipo porque sin ellos estaría perdida dándole vueltas y más vueltas a mi cola de caballo. ¡Se os quiere! Y también a mi amigo Manuel Quesada y Priscila además de darles la enhorabuena porque su boda fue una de esas de las que marcan época.